14 jun 2008

Unidad 3 - ¿Literaturas populares o fenómenos de mercado? - Presentación

Esta nueva unidad se encuentra orientada a preguntarnos por el consumo de determinados géneros literarios cuya calidad y cuyo carácter mercantil son fuertemente cuestionados por parte de los miembros consagrados y legítimos de las repectivas Academias. El bloque se halla dividido en tres partes que articulan distintos fenómenos de la literatura popular o de masas:
  • Autoayuda y best-sellers: apropiaciones y sentidos en la lectura de Paulo Coelho. Clases medias y sectores populares, consumos compartidos, sentidos diferentes.
  • Los relatos de la historia: la historia de divulgación en el consumo de la clase media. Nacionalismo e Historia. El debate historiográfico: Academia vs. Divulgación.
  • Cómic e historieta. La gráfica como género literario. Funciones. “Patoruzú” e “Isidoro” como representaciones sociales/representaciones nacionales.
En cada una de estas subunidades enfatizaremos el rol del lector, el ejercicio de su poder de agencia y la influencia que sobre sus elecciones tienen el mercado y los medios. Es objetivo es, entonces, confrontar las diferentes perspectivas que sobre estas lecturas populares articulan los distintos actores sociales en función de sus intereses y de sus posiciones en el campo social.
La relación con el mercado, nos introduce en una problemática general que atraviesa a la literatura de autoayuda, a la divulgación histórica y, en menor medida, al cómic en tanto género "menor": se trata de la cuestión de los best sellers y su debatida calidad literaria. A propósito de este tema, leímos en clase parte del artículo "Ataque y defensa del best seller" aparecido en la Revista Ñ del diario Clarín el 17 de enero de 2004. Allí, Ezequiel Martínez afirmaba

"En la década del 90, bastaba con que la popular conductora Oprah Winfrey recomendara un libro en su programa de televisión para que al día siguiente el título en cuestión se agotara en todas las librerías de los Estados Unidos. No importaba tanto el autor, el género o la trama: a su audiencia —estimada en 14 millones de espectadores—, le alcanzaba con que Oprah lo bendijera para transformarlo en un best seller de supermercado, de ésos que la crítica especializada huele con la nariz fruncida mientras especula sobre su fecha de vencimiento.

Un efecto similar se producía en Francia en los 80, cuando desde su programa "Apostrophes", el periodista Bernard Pivot logró que un ciclo dedicado a los libros se convirtiera en uno de los de mayor rating en la historia de la televisión francesa. Claro que Pivot solía tener entre sus invitados a Georges Simenon, a Vladimir Nabokov, a las dos Marguerites —Duras y Yourcenar—, entre otras celebridades literarias. Pero en su caso, y aunque se tratara de autores desconocidos, el comentario halagador de un título equivalía a empujarlo instantáneamente a la lista de los más vendidos. Entonces ningún crítico ponía el grito en el cielo.

Salvando las evidentes distancias entre los programas de Winfrey y Pivot, los best sellers gestados en sus programas son el reflejo de un debate en pleno auge: ¿los libros que logran vender millones son producto de poderosas estrategias de marketing y publicidad? ¿Son literatura menor, productos prefabricados para un lector que sólo quiere consumir narraciones pasatistas, obvias y previsibles? En los últimos años, la palabra "best seller" se transformó en una mala palabra, en un adjetivo peyorativo que envuelve a ciertos autores que parecen ceñirse a una fórmula segura de éxito: ahí figuran John Grisham, Stephen King, Tom Clancy, Wilbur Smith, Mary Higgins Clark, Robin Cook, Sidney Sheldon, Danielle Steel, y también Paulo Coelho, Isabel Allende, Arturo Pérez Reverte, o entre los nuestros, Manuel Puig, Osvaldo Soriano, Marcos Aguinis o Federico Andahazi.

Más tarde o más temprano, a todos ellos se los acusó por tener un éxito casi obsceno con sus libros. Como si figurar entre los más vendidos significara haberse vendido a una receta triunfal: el melodrama sentimental, la intriga internacional, el misterio psicológico, el thriller farmacéutico o el terror paralizante, a través de un estilo —y aquí es donde apuntan las mayores críticas de la elite literaria— sencillo, claro y de escaso riesgo. La paradoja es que también autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o José Saramago han escrito best sellers —y ni hablar de la estrella del rubro, la inglesa J. K. Rowling con su saga de Harry Potter—, pero nadie ha puesto en duda sus intenciones o las virtudes de su prosa, lo que deja sin demostración el teorema de que cantidad no es simétricamente proporcional a calidad. Tal vez sea porque a la hora de explicar lo que es un best seller surgen demasiadas variantes y un exceso de equívocos."

A continuación, el artículo analiza las falsas dicotomías a partir de las cuales se ha juzgado e interpretado el fenómeno del best seller a fin de desacreditar a un fenómeno que suscita los odios y rencores de gran parte de la comunidad intelectual. Estos pares de opuestos que enfrentan a la "Literatura" y a los "Best Sellers", podrían sintetizarse de la siguiente forma: venta a la largo plazo vs. venta rápida; calidad vs. cantidad; complejidad y elabroración vs. facilismo y poca profundidad; consumo de "entendidos" vs. consumo de masas; durabilidad vs. existencia efímera; indiferencia mediática vs. publicidad y marketing. Tal como hace el artículo que citamos nuestro objetivo será deconstruir estas dicotomías, relativizarlas y tratar de comprender las causas por las cuales los lectores recurren a estos nuevos formatos.

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