20 mar 2008

“Culturas populares” y Ciencias Sociales

Durante el primer encuentro abordamos la problemática definición del concepto de culturas populares que da nombre a nuestro seminario. Actualmente, no existen textos dedicados a los fenómenos denominados populares que prescindan de una reflexión previa referida a los alcances de esta noción. Para ello, se impone la necesidad de desglosar los términos que la componen y responder, al menos provisoriamente, a estos interrogantes: ¿qué entendemos por cultura?, ¿cómo ha variado la utilización de esta idea en relación a los paradigmas de las Ciencias Sociales?, ¿qué vínculo existe entre ella y la estructura de poder de una sociedad? Y, por otra parte, ¿a qué sectores sociales aludimos con el término popular?, ¿es legítimo trazar una frontera entre manifestaciones cultas y populares?, y de serlo ¿cuáles son las características que delimitan estas esferas?

Antes comenzar a trabajar sobre fenómenos empíricos específicos, recurriremos entonces al “Prefacio” del libro Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la Argentina reciente dirigido por Daniel Míguez y Pablo Semán, en donde ambos autores desarrollan con lucidez las principales cuestiones teóricas que han preocupado a los cientistas sociales respecto al problema de las culturas populares.


El artículo de Semán y Miguez - que los invito a leer como bibliografía optativa – presenta desde un comienzo dos posturas antitéticas para concebir a las culturas populares: la primera a la que caracterizan como esencialismo estático y la segunda a la que podríamos denominar, relacional. El esencialismo, por su parte, concibe a la cultura popular como un compartimento estanco, homogéneo y ahistórico, donde la conservación de lo dado prevalece sobre la innovación y donde los sujetos permanecen ajenos a las consecuencias de la interacción social. La perspectiva relacional, al contrario, se concentra en la definición que los grupos realizan mutuamente. No existen para esta postura caracteres preestablecidos de la cultura popular que escapen a las situaciones sociohistóricas en que surgen y se modifican. A pesar de sus indudables beneficios frente al pensamiento esencialista, esta teoría lleva implícito el riesgo de un excesivo particularismo que anula cualquier posibilidad de generalización. Frente a las desventajas que comportan ambos puntos de vista, Míguez y Semán proponen una posición intermedia fundada en la noción de semblanzas de familia. De acuerdo a esta perspectiva, la cultura popular difiere en función de su contexto de producción y de circulación y de los distintos grupos que componen la realidad social, aún así mantiene ciertas características comunes propias de un período y de una región determinados que les otorgan a las diversas manifestaciones una semblanza de familia. (La comunidad de época entre los fenómenos de la cultura popular argentina contemporánea radica para los autores en tres factores compartidos: la fuerza, la reciprocidad y la jerarquía)


La concepción antropológica a la cual las Ciencias Sociales adhieren casi de manera unánime ha utilizado, en el seno de la Antropología misma, tanto la mirada esencialista como la relacional. La primera ha resultado de la intención de relativizar las jerarquías tradicionales que diferenciaban a la alta y a la baja cultura. En este intento los cientistas sociales acabaron por invertir la jerarquía cayendo en una postura populista que reservaba el monopolio de la cultura verdadera a los sectores subordinados.[1] Por el contrario, otros estudiosos interesados por encontrar el lugar de las culturas populares en el entramado de las relaciones sociales hicieron de las asimetrías de poder y de los vínculos desiguales entre lo popular y lo hegemónico el centro de sus preocupaciones. Para los investigadores la opción era entonces concebir a la cultura de los sometidos como una expresión de rebelión conciente permanente o bien como una versión degradada y alienada de la producción dominante. Los integrantes de la Escuela de Frankfurt fueron los principales promotores de esta última postura mediante la introducción del concepto de cultura de masas como aquella creada por el mercado, dirigida a los estratos medios y orientada al consumo. La lógica perversa del capitalismo anula, para ellos, toda potencialidad transformadora y creativa de los dominados que refuerzan mediante el consumo su propia dominación.


Los años 50 y 60 comprobaron, sin embargo, que a pesar de tan nefastas predicciones los jóvenes de las nuevas generaciones sabían hacer un uso creativo de lo dado mediante la apropiación y la resignificación de la producción mercantil a fin de criticar a esa misma sociedad de consumo. Michel de Certeau – posicionándose frente a Bourdieu – dará cuenta de estas prácticas a través del concepto de tácticas que reservaban cierto nivel de autonomía a los sujetos frente a los sentidos hegemónicos. Tal como afirma Carlo Ginzburg, la relación entre lo popular y lo hegemónico no es entonces de mero reflejo sino que se produce en un sentido circular, de mutua influencia, donde las transformaciones se generan a partir de factores político-colectivos pero también individuales.


En función de las lecturas realizadas y a manera de punto de partida para la reflexión, acordamos entonces entender el concepto de culturas populares como aquel que se refiere al conjunto de significaciones que se producen a partir de la posición subordinada de la estructura social. Estas representaciones y prácticas son el resultado de “interacciones que se dan en condiciones que contienen tanto elementos estructurales básicos y recurrentes (posición negativamente privilegiada en la distribución del ingreso, del poder y el prestigio social, una matriz cultural compartida, etc.), como elementos aleatorios y coyunturales”. (Semán y Míguez, Entre santos, cumbias y piquetes…, p. 22)


Fuente a partir de la que se elaboró el texto:

Míguez, Daniel y Pablo Semán (dir.), “Introducción. Diversidad y recurrencia en las culturas populares actuales”, en Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la Argentina reciente, Buenos Aires, Biblos, 2006.

Pueden consultarse también:

Ginzburg, Carlo, “Prefacio”, en El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Península, 2201.

Meklen, Denis, “Prefacio”, en Semán, Pablo, Bajo Continuo. Exploraciones descentradas sobre la cultura popular y masiva, Buenos Aires, Gorla, 2006.


Para completar la información sobre el tema les recomiendo la lectura del artículo introductorio del n° 1 de la revista Etnografías contemporáneas (Buenos Aires, UNSAM, año 1, 1 abril 2005, pp. 11-20) titulado “La cuestión “cultura”” y escrito por Alejandro Grimson y Pablo Semán.

PARA PENSAR: ¿Cómo conciben finalmente los autores la problemática relación entre cultura y poder? (Prestar especial atención a los conceptos de hegemonía y agencia)



[1] La mirada antropológica y relacional no supuso la desaparición de todos los criterios de distinción. Tal como indica Pablo Semán en Bajo Continuo, el modernocentrismo (tan difundido entre los intelectuales) es otra manera de diferenciar la cultura de las clases dominantes de la producida por las clases populares asignándoles características de modernidad (innovación) y de tradición (conservación) respectivamente. Esta postura racionalista positivida conduce a la descalificación de lo popular en tanto es entendido como estadio primitivo y grosero de una sociedad más “evolucionada”.